Gloria jugaba en la playa con un niño pequeñito cuando encontró un
anillo, le sopló con fuerza pero la arena incrustada no se desprendió del todo,
se acercó a la orilla y sentada lo frotó entre sus manos hasta que lo dejó
reluciente, entonces sí podía contemplar lo bonito que era, con su oro brillante
y con aquel corazón de frase tallada en relieve, que decía “Princesa para
siempre”.
Cuando llegó a casa se fue directa a su cuarto, abrió el baulito de
los tesoros y lo escondió en un rinconcito, era su secreto, si se lo contaba a
su madre le reñiría, porque siempre le decía que no cogiese nada del suelo,
pero ella que una vez la vio agacharse a por una moneda, se dijo que nunca
cogería porquerías, pero si algo valioso o reluciente.
Pasados tres días, la luna brillaba en su cielo estrellado, y con
ella el anillo, por las ranuras dejaba pasar unos maravillosos rayos
despertando a Gloria en mitad de la noche, se frotó los ojos, creyó soñar, se
levantó a oscuras para no despertar a sus padres, y descalza se acercó, al
abrir el baúl todo el cuarto se llenó de una luz dorada como si allí dentro
hubiese entrado el sol, cogió el anillo, se lo puso, y mientras se abrían sus
dos mitades sonaba una alegre canción, se levantó un remolino mágico y apareció
una pequeñísima princesa, que ablando en verso decía ser una especie de hada
madrina, que le permitía cumplir un solo deseo, la niña que soñaba con el
momento de hacerse mayor y vagabundear sin el control de un adulto por la
calle, pidió tener la mayoría de edad, la princesita con un estornudo
desapareció, tras una ruidosa exclamación de inconformidad de la niña su madre
abrió la puerta, y la pilló insultando a un trozo esférico de metal en mitad de
las sombras, extrañada, la acompañó hasta la cama, y tras arroparla tiró por la
ventana aquel inútil objeto, contemplando la posibilidad, que de haber
enfermado, ya no le serviría como hija perfecta, y que como izo con las
anteriores, tendría que deshacerse de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario