El grito en el cielo puse un sencillo amanecer, pues mi cuerpo estaba cubierto de pergaminos sin leer. Al despertar estos manuscritos encontré, su rúbrica delataba su proceder, siendo la caligrafía de mi poder. Expresaban toda una vida de sueños, experiencias, pensamientos y lo más importante lo que quedaba por vivir. He tapizado mi cuarto con las letras que aquel día escribí. Para no olvidar los objetivos, ni los sueños por vivir.

viernes, 29 de abril de 2011

SOPA DE CARACOLES


-¡Soldados soltad metralla y coger el cucharón, que tengo la hierba buena servida en el tazón!-Cantaba el cocinero al escuadrón.

Los soldados procedían al comedor cuando de repente se siente un temblor , pero no era terremoto sino tres niñas, Lourdes , Carmela y Lavinia que corrían libres por el campo, porque querían pasear y su madre que las observaba desde el porche las había mandado a recoger caracoles para la sopa de mañana. Y las niñas, con gusto cogieron sus cubetitas de la playa y procedieron a buscar caracoles.

-¡Carmela, Lavinia! Mirad aquí hay un gran grupo de caracoles, ayudadme a recogerlos, con estos, yo creo que tenemos para la sopa.- Dijo Lourdes que era la hermana mayor.

Y las niña, procedieron a llenar sus cubetitas de aquellos caracoles, al primero que cogieron fue a Pedrito un caracolillo holgazán al que su padre lo había inscrito en el ejército para ver si allí lo espabilaban un poco. Porque se pasaba el día de aquí para allá sin hacer nada de provecho.
Luego fueron a casa y les llevaron los caracoles a su madre, y ésta los puso en la cocina en un bol y los tapó con una redecilla, pero antes les puso pan rallado para que se hartaran de comer.

-Soldados , no comáis, no fiaros ¿Por qué nos iban a dar de comer? Parad- Dijo el Sargento.
Pero Pedrito siguió comiendo.
-¡Pedrito! Ya verás que castigo te vas a llevar cuando salgamos de aquí. Contando con que podamos.-Dijo el Sargento.
-Repartiros por el borde y cuando yo os diga empujad.- Prosiguió el Sargento.
Una vez que se repartieron por el borde del bol los demás comenzaron a subir.

-¡Ya, empujad zánganos o ésta no la contamos!-Gritó el Sargento.
Con la colaboración de todos pudieron soltar la redecilla y escapar, cuando se vieron en libertad, todos corrieron para la ventana de la cocina, menos Pedrito, que era el último en salir del bol, y en plena operación huida se presentó Lavinia la pequeña de las niña y cogió a Pedrito en sus manos.

-Qué pequeñito eres, y que gracioso, me haces cosquillas. ¿Te apetece jugar conmigo?- Dijo Lavinia mientras se llevaba a Pedrito entre las manos.

La niña lo llevó a su dormitorio y lo puso en su casita de muñecas sentadito en el sofá. Y luego, fue a buscar a su madre para advertirle de que los caracoles se estaban escapando.
La madre procedió a recogerlos y los metió en el bol, pero ésta vez los tapó mejor, y no pudieron escapar. Y al día siguiente, mientras se cosían en la olla un soldado decía:
-Pedrito era flojo pero suertudo y nosotros por valientes ahora nos quemamos el culo-.

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