El grito en el cielo puse un sencillo amanecer, pues mi cuerpo estaba cubierto de pergaminos sin leer. Al despertar estos manuscritos encontré, su rúbrica delataba su proceder, siendo la caligrafía de mi poder. Expresaban toda una vida de sueños, experiencias, pensamientos y lo más importante lo que quedaba por vivir. He tapizado mi cuarto con las letras que aquel día escribí. Para no olvidar los objetivos, ni los sueños por vivir.

viernes, 29 de julio de 2011

EL TIBURÓN DEL LOMO PLATEADO


Aquel día no era mi intención viajar, pero me aguardaba un viaje intrépido. Charlaba como de costumbre con mi primo Eusebio del partido entre Pulgones y Garrapatas. Otra vez, nos habían dado goleada. Cuando de repente el gato mendigo sacudió su oreja. Cayéndome al suelo y viéndome perdido, salté a unos zapatos muy limpios que pasaban por allí.

“Tal vez no vendría mal ,cambiar de aires”, pensé, y entonces me subí por el zapato y me pasé al calcetín, busque un hueco pequeño y me cobije. Llegando en aquel momento la hora de comer, “Ñam, Ñam” y le mordí. El señor al que me había subido se paró en seco, y, se bajó el calcetín descubriéndome en su interior. “Socorro, me ha descubierto” pensé, me intentó sacudir, pero me aferré a un pelo y trepé pierna arriba. Quedándome escondido en una costura del pantalón, pues este señor me estuvo buscando para lapidarme.

Llegando la hora de almorzar pensé tomar aperitivo y mordí el muslo rechoncho de mi nuevo padrino, éste, comenzó a sacudirse, sin darse cuenta de que toda la gente le observaba mientras intentaba deshacerse de mí, me llevo al servicio donde me busco por todos los recovecos del pantalón, pero yo, trepé cuesta arriba por la barriga y me escondí en el hueco del ombligo.

Decidió irse a casa una vez cansado de buscarme en el pantalón. Tras su almuerzo se ensalzó entre cariñas y arrumacos con su mujer, habiéndose quitado la ropa y preparándose para arrullar a ésta, me entró ganas de comer. Y en una oreja ésta vez le piqué. Sacudiéndose la cabeza, la mujer desnuda al igual que él, me buscaban en cabeza, barriga, muslo y pies, cansado de tanto brincar y correr, decidí escapar para no volver.

Cogí carrerilla y salté al lomo de su perro que entraba en la habitación ,¡Que zapatillazo se llevó! pues pensaban que de él provenía yo. La mascota corrió despavorida y salió a la calle a dar un paseo. Cuando llegamos al parque no muy lejos pude ver, a mi primo Eusebio a lomos de mi antiguo huésped, que alegría, que felicidad, cogí impulso, y salté, salté hasta alcanzar a mi huésped preferido, pues yo era feliz en aquel lugar.
Yo Tiburcio, el tiburón del lomo plateado, soy pulga, pero sagaz y valiente, y me agarro a éste lomo con mis garras bien fuerte.

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