El grito en el cielo puse un sencillo amanecer, pues mi cuerpo estaba cubierto de pergaminos sin leer. Al despertar estos manuscritos encontré, su rúbrica delataba su proceder, siendo la caligrafía de mi poder. Expresaban toda una vida de sueños, experiencias, pensamientos y lo más importante lo que quedaba por vivir. He tapizado mi cuarto con las letras que aquel día escribí. Para no olvidar los objetivos, ni los sueños por vivir.

viernes, 15 de julio de 2011

EN LA OREJA DEL LOBO


Mientras me meso en la mecedora de la Señora Balbina, observo a mi madre que entre quejas y lagrimas recoge los ropajes mas decentes de la difunta señora para entregarlos en la iglesia. Los desgastados irán a una hoguera junto con los otros objetos inservibles de la señora, mi madre no para de llorar, son muchos los años que sirve en esta casa. La señora se había portado muy bien con ella, se tenían un cariño mutuo, incluso a mi me trataba como a una nieta. El día que no tenía colegio, me escondía en su cuarto para jugar con ella, me había enseñado a bordar, y a veces jugábamos a la oca, incluso me ayudaba a hacer los deberes del colegio.

La pobre señora a pesar de su inmensa fortuna económica, no recibía apenas cariño, su nuera se había casado con el hijo por interés, y él siempre de negocios viajando de un lado para otro, su nieta apenas tiene seis años igual que yo, pero no trata a la abuela, porque su madre se lo tiene prohibido. Apenas salía al jardín, estaba casi todo el día en su cuarto, allí hacia su vida, de la cama a la silla de ruedas. Me entristece mucho pensar que solo mi madre y yo hemos sentido su muerte.

Una vez vacio el cuarto de todo lo que a la señora Paola no le había apetecido arrebañar, pues el día de la vela mientras llorábamos su muerte, ella hurgaba las pertenencias de la difunta para apropiarse del dinero y las joyas que guardaba en el cajón de la cómoda. Le comentó a mi madre que quería que sacara los muebles, y que pintara el cuarto de otro color mar alegre, pretendía engalanar la habitación para tener un cuarto de huéspedes. Como si tuvieran alguna vez invitados, si a aquella señora insufrible no había quien la aguantara.

Acompañe a mi madre a llevar las bolsas a la entrada de la casa, pasaríamos por la iglesia de camino a casa, luego volvimos al dormitorio. Mi madre sacó los dos cajones del armario, golpeó hasta encontrar una tabla suelta y la levantó, en aquel hueco recóndito había una caja de carne membrillo, en su interior ya no existía aquel dulce, sino los tesoros que la señora había guardado para que nadie pudiera dar con ellos, pero antes de morir en su último resquicio de vida le había confesado su paradero a mi madre, ahora, ella sería la dueña de aquella caja.

Había varios billetes de quinientos euros. Llegué a contar hasta cuarenta, mientras mi madre pasaba el fajo. Unos pendientes con su collar y su anillo a juego, varias pulseras, un reloj, todo de oro con piedras preciosas engarzadas, si en aquel momento hubiera vuelto la señora de jugar a pádel, nos hubiera acusado de ladronas, ¿Quién iba a ser testigo de que la señora Balbina, había dejado de herencia esta caja a mi madre? Había puesto todo lo de más valor en la caja, encontré un pañuelo floreado muy bonito, tenía un broche enganchado, era bastante grande, de oro también, con una gran piedra naranja. Mientras me probaba el pañuelo, el broche se calló al suelo y se abrió como una almeja.

“Ya lo has roto, bueno lo pegaremos” dijo mi madre, pero cuando me acerqué para cogerlo vi que en su interior había una llave y una nota escondida, al parecer no estaba roto, el broche se podía abrir, ¿Quién lo hubiera pensado? Mi madre cogió la llave “No me suena, es un poco pequeña ¿De dónde será?” dijo. Abrí la nota y en su interior las letras manuscritas delataban la letra de la señora Balbina, el papel decía: “La imagen fehaciente del tesoro escondido, es reflejado por la sombra del vampiro, proclive al 
abandono, mas no hay valiente testigo que pase por su guarida, sin ser claramente mordido. A las ocho campanadas el alba amansa a la fiera que dormita en su guarida, esperando la luna llena. El reflejo de la mañana iluminará el paso del sutil testigo, que con la llave abre todo a su camino”. Atónitas nos quedamos, ¿Que querían decir aquellas palabras? “Mete todo esto en tu mochila, y vámonos antes de que llegue la señora Paola. Llegaremos a la iglesia y luego nos iremos a casa, vete pensando si alguna vez te comentó algo que pudiera tener relación con las palabras de la nota” dijo mi madre un poco alterada, pronto volvería la señora.

Me encontraba sentada en un banco de la iglesia miraba a la Virgen del Carmen presente en el retablo mayor, mientras mi madre le entregaba al cura la ropa para la caridad. Ensimismada por el olor a incienso y el silencio de la iglesia, conseguí concentrarme. Una vez me contó que en el desván guardaba algunos juguetes de cuando era niña, pero que no se me ocurriera subir , porque allí habitaban murciélagos y me podían morder. Que era una zona inhabitada y que nadie subía allí desde hacía décadas. Al salir de la iglesia le comenté a mi madre lo recordado, y me dijo que debíamos esperar a la semana siguiente, buscaríamos el tesoro cuando la señora estuviera jugando a pádel con sus amigas y no hubiera nadie en casa.

Al día siguiente mi madre fue al banco de la ciudad a ingresar el dinero, y las joyas en una caja fuerte. No pretendía devolverle al hijo, y a la nuera de la señora Balbina lo que ella misma le había entregado, ellos no se lo merecían. Pasada esta semana, mi madre ya le había terminado de pintar el cuarto , le había colocado las cortinas y los muebles nuevos. Todo estaba listo y la señora, había decidido despedirla. De nunca habían 
simpatizado, pero era la única que se llegaba a entender con la anciana. Una vez muerta, y estando limpia la casa del rastro de la anciana, no la quería allí.

Teníamos apenas media tarde, para subir al desván y buscar el paradero del tesoro, contando con que estuviera allí escondido. Yo esperaba a mi madre en los últimos escalones que daban al desván, y no pude resistirme , saque la llave de mi bolsillo, había conseguido arrebatársela a mi madre en un descuido, y abrí la puerta. Las telarañas lo rodeaban todo y apenas había luz. Esperé a que llegara mi madre para entrar, y una vez llegó, nos dimos cuenta de un detalle del mensaje más exactamente donde decía “A las ocho campanadas el alba amansa a la fiera que dormita en su guarida” mi madre fue a por un candil porque el desván no tenía luz eléctrica debido a su abandono, y cuando alumbró al interior , salieron varios murciélagos asustados por la luz, debíamos estar cerca, pero ¿Cómo volver a las ocho de la mañana si mi madre ya no trabajaba allí?

“No te preocupes, que este tesoro es nuestro y sabiendo de su existencia no nos daremos por vencidas, volveremos mañana antes de las ocho” dijo mi madre, con un alarde de entusiasmo, pero en el fondo sentía la misma congoja que yo. A la mañana siguiente acompañe a mi madre a la casa, yo me subí al desván y ella siguió con sus quehaceres como todos los días, mejor aparentar un descuido que ser juzgada de ladrona. No esperé a que subiera, pues comenzaban a sonar las ocho de la mañana, el reloj de la iglesia así lo indicaba, y decidí abrir la puerta, por una pequeña ventana entraba un gran rayo de luz, que iluminaba especialmente un cuadro colgado de la pared, un cuadro siniestro, tenía una bestia pintada parecía un hombre lobo, lo tenté y encontré un pequeño orificio en su oreja derecha, introduje la llave y al tirar se abrió, el cuadro era una puerta y al abrirla me encontré con varios lingotes de oro puro, con todo 
ese oro mas lo encontrado en la caja de lata, podríamos vivir como reinas, nosotras que siempre habíamos sido pobres, la señora queriendo sustituir a mi madre y sin saberlo nos ha hecho un regalo inmejorable,¿ Para que iba mi madre a seguir sirviendo a aquella repipi desagradecida?

Al rato llegó mi madre, los ojos se la llenaron de lagrimas, pensaba que todo era una broma, pero ahora teníamos otro problema sacar de la casa el oro y que nadie se diera cuenta. Mi madre metió todos los lingotes posible en mi mochila, y salimos a la calle, al llegar a la entrada casi nos descubren, el señor estaba en casa, al parecer había vuelto de un viaje la noche anterior. Pero salimos corriendo, nos fuimos a casa a guardar el oro. “Mañana de madrugada volveré a por el resto, pero iré sola, tu ya has tenido demasiadas aventuras para tu edad” dijo mi madre, mientras hacia las maletas.

A la mañana siguiente se levantó temprano, yo creo que ni durmió , al menos yo no pude, y me dejó en cama, pero vestida y con las maletas hechas. Volvió al rato con el resto del botín, los señores al parecer se habían ido de vacaciones y la casa estaba sola. Yo la esperaba preparada para la salida, con las maletas en la entrada y la casa recogida, nos subimos al coche, ahora, nos esperaba una nueva vida, no dijimos a nadie que nos íbamos, pues solo nos teníamos ella, y yo.







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