El grito en el cielo puse un sencillo amanecer, pues mi cuerpo estaba cubierto de pergaminos sin leer. Al despertar estos manuscritos encontré, su rúbrica delataba su proceder, siendo la caligrafía de mi poder. Expresaban toda una vida de sueños, experiencias, pensamientos y lo más importante lo que quedaba por vivir. He tapizado mi cuarto con las letras que aquel día escribí. Para no olvidar los objetivos, ni los sueños por vivir.

jueves, 15 de marzo de 2012

LA LEYENDA


Los pétalos caían como lagrimas sobre el mueble de la entradita, no llevaban ni un día puestas y ya se habían marchitado. Almudena había cambiado las flores de plástico por unas de verdad, dándose cuenta de que aquellos jarrones no servían para flores frescas. Había llegado el momento de cambiar la decoración de su piso después de llevar un año viviendo de alquiler y tras habérselo comprado a la dueña. La señora Graciela era una anciana de unos ochenta años. Cuando paseaba por la calle su distinguido paso la diferenciaba del resto. De joven había viajado por diversos países, y había visitado todos los continentes. Su afición a la fotografía la había llevado a recorrer medio mundo. Desde que era pequeña tuvo cámara de fotos, pues su padre hacía reportajes para las crónicas que el mismo editaba en un pequeño taller, mientras que su madre era la encargaba de realizar las fotografías que acompañaban al artículo.

“Te puedes quedar con los muebles y con las cosas que hay en el trastero” le dijo la señora Graciela cuando le entregaba las llaves del trastero después de haber firmado los papeles de la venta. “Hay muchos recuerdos de cuando era niña, y de viajes en esas cajas, pero no tengo mucho sitio libre en el piso en el que vivo, y no sabría que llevarme” le dijo la señora antes de despedirse de Almudena.

Tras una buena mano de pintura se habían quedado las paredes como nuevas, pulimentó el suelo para dejarlo aún más brillante, compró unas cortinas, una funda para el sofá y unos cojines. Y después de darle una fina capa de pintura a algunos muebles para rejuvenecerlos subió a limpiar el trastero. Cuando abrió la puerta se encontró varias cajas apiladas a su derecha, al otro lado de la pared había una estantería llena de libros, enfrente tenía una maleta y al lado de la puerta una mesa con un montón de periódicos apilados encima.

Después de ver en las condiciones en la que se encontraba el trastero bajó al piso a por los utensilios necesarios para limpiar aquello. Cuando volvió lo primero que hizo fue abrir la ventana para que ventilase, luego cogió una de las cajas que había en el montón y la abrió, dentro de ella había una pequeña colección de cajas de lata, cada una de ellas era de un lugar y un modelo diferente. Al coger las cajas de una en una para verlas mejor se dio cuenta de que algunas de ellas tenían algo en su interior. Una era de tabaco de liar y guardaba sellos de un montón de países. Luego cogió una de galletitas saladas, en su interior encontró un montón de recortes de periódico bien dobladitos, se paró un momento a leerlos, eran las críticas literarias de un libro que debió escribir el papá de Graciela. En una caja de caramelos de fresa descubrió estampitas antiguas de comunión, en una de carne membrillo había postales y fotografías. La caja más grande se encontraba en el fondo, una bonita caja de chocolates sin leche, como pesaba mucho la destapó para ver lo que había en su interior antes de sacarla de la caja, encontrando en ella una colección de pequeños minerales.

La caja siguiente tenía en su interior juguetes, muñecas, peluches, y varios juegos de café. En otra había ropa vieja y el resto contenían recuerdos de todas clases de viajes, figuritas, abanicos, camisetas, jarrones, cuadros…. todo un arsenal de suovenir. Almudena dejó en el trastero todo lo que no quiso de aquellas cajas, y recogió lo que más le gusto para llevárselo a su piso. Cargó hasta la cocina las tres cajas que había cogido del trastero para limpiar las cosas que había en su interior y darle utilidad. En otro momento volvería a subir para seguir con la limpieza, pero primero quería colocar en su hogar lo que había recogido. Vació las cajas de lata y las limpió, luego las puso de decoración en un mueble expositor que tenía en la cocina, el mismo que había permanecido vacío desde siempre, porque no tenía una bajilla bonita que exhibir, pero desde aquel momento comenzaría a lucir una maravillosa colección de cajitas de lata.

En el cajón de la mesita del sofá metió los sellos, las postales y las estampitas hasta que comprase un álbum para pegarlas. Aunque ella no hubiera estado en esos sitios le gustaba admirar las belleza de las postales y los dibujos de los sellos. Los minerales los distribuyó por el filo del mueble expositor, y siguió con el resto de las cajas. En las otras dos había objetos muy variados, un reloj redondo de estilo parisino que colgó en el salón, varios cuadros de paisajes pintados al oleo que colgó en las paredes del salón y en las del pasillo. Estos cuadros le habían parecido más interesantes que las láminas que lucía de cuadros famosos.

En una balda del mueble del salón, colocó una tetera con sus seis tacitas y platitos correspondientes todos ellos de una fina porcelana italiana. En el mueble de la entradita puso un par de jarrones, su color rojo intenso hacia juego con un cuadro de amapolas que colgaba del testero y sus flores de plástico conjugaban con el dibujo de una china que aparecía en el jarrón. Al rato decidió ir al trastero para tirar lo que no quería a la basura, pero una vez estando allí le entró ganas de saber lo que había en la maleta. Intentó abrirla, pero estaba cerrada con llave, buscó en un bolsillo exterior pero no encontró nada, se paró por un momento a pensar, y recordó que entre todos los objetos movidos  había visto una pequeña llave. Bajó inmediatamente al piso, y la encontró en una de las cajas que se había llevado, en ella, tenía varias muñecas para dárselas a las hijas de una vecina, la llave colgaba del cuello de una muñeca de piel morena con un bonito vestido de princesa.

Una llamada de teléfono interrumpió a Almudena, iba de vuelta al trastero con la llave en la mano cuando sonó. Una amiga la llamaba porque había quedado con ella y ya llegaba tarde. Se arregló rápidamente y salió a celebrar con sus amigas la compra del piso. A la vuelta traía una flores que le habían dejado en la puerta, debían de haberse equivocado pues el nombre a quien iba dirigida la nota no coincidía con el de ella, pero las recogió y las puso en agua en los jarrones de la entrada.

A la mañana siguiente fue cuando encontró las flores marchitadas, le pareció extraño que se hubieran estropeado tan pronto, los jarrones habían perdido su color rojo y solo quedaba en ellos la muñeca y las florecillas que llevaba pintadas. El agua teñida de rojo debió de ser la causante de aquello. Secó los jarrones después de haber tirado las flores y el agua, cuando se dio cuenta de que en su interior había algo escrito. Por el exterior eran los dos jarrones idénticos, pero su interior era diferente y los dibujos pintados por el exterior ocultaban las letras del interior. Por el filo ocultas detrás de las flores había una fila de letras chinas, y detrás de la muñeca había un dibujo. Almudena no sabía idiomas pues ella era una simple limpiadora de un hospital, pero era consciente de que aquellos jarrones ocultaban un mensaje, algo misterioso que debía de descubrir.

La llave indudablemente era de la maleta, y al abrirla encontró una colección de espadas, libros, y mapas asiáticos, la anciana tenía todo un arsenal de cultura oriental escondido. Dejó las espadas en el trastero y se volvió al piso con los libros y los mapas, quería leerlos para buscar en ellos algo que descifrara la incógnita. Decidió llamar a la anciana pero no le cogió el teléfono, después de varios intentos se dirigió hasta la dirección que tenía de ella, pero allí no estaba, el portero le dijo que hacía varios días que había recogido todas sus cosas y se había ido de allí y el no sabía a dónde. Entonces se volvió a su casa, ella misma seguiría investigando.

A ratos seguía limpiando el trastero y leía los libros, en estos encontró información de espadas milenarias de antiguos guerreros chinos, sus características y las fotos que allí venían correspondían a la perfección con el arsenal que había en el trastero. En uno de los mapas había señalados varios puntos, lo más curioso fue que tras unirlos mostraba un dibujo, el mismo que aparecía al unir los dos jarrones que había puesto en la entrada, los puntos formaban un escorpión.

Le pareció extraño, pero no era producto de una casualidad, todo tenía sentido. La anciana debía de haber adquirido todas aquellas antigüedades de manera ilícita. No iba a ir a la policía, porque si la anciana había dejado todo aquello no tendría tanto valor. Ahora le pertenecía, y antes de contarle a nadie lo que había encontrado quería investigarlo. Entre los periódicos que había encima de la mesa se distinguían algunos de china, en ellos había noticias relacionadas con espadas, pero como no entendía lo que allí se explicaba decidió llevárselos a una profesora de chino.

Buscó en internet noticias sobre robos de espadas en china, encontrando tanta información que en aquel momento le fue imposible leerlo todo, copió algunas noticias para leerlas más tarde y se llevó algunos periódicos en el bolso para dejárselos a la profesora de chino que trabajaba en una academia cerca del hospital. Había quedado con ella mediante un correo electrónico, y ésta había aceptado encantada en traducirle las noticias que le indicase.

Se tomó un descanso en el trabajo para llamar a la anciana una vez más, esta vez le contestaron, pero no era la anciana la que cogía el teléfono, sino una amiga que la acompañaba en sus últimos días. Al parecer tenía una grave enfermedad que los médicos no habían sido capaces de curar. Entonces decidió visitarla después del trabajo. Cuando llegó la anciana agonizaba, se acercó a ella y le intentó preguntar por las espadas del trastero, pero el médico la echó de la habitación para que no molestase, ya que no era amiga de la anciana ni pertenecía a su familia.

A las pocas horas la anciana murió, y ni tan siquiera la autopsia descifró la enfermedad que tenía. Almudena para entonces se había ido a buscar a la profesora de chino, ésta le explico las noticias de los periódicos mientras tomaban un café, y le confirmó lo que ella misma había pensado, las noticias informaban de robos en china, unos robos en serie que había dejado a todo el país en vilo, alguien había desbalijando los museos robando todas las espadas de los antiguos guerreros chinos. La profesora peguntó por la procedencia de los periódicos, antes de despedirse le contó que los había encontrado entre las pertenencias de la antigua propietaria del piso en el que ella vivía, sin darle ninguna explicación más.

La joven era la propietaria de un arsenal de espadas robadas, y no sabía lo que iba a hacer con ellas. Las miraba una a una cuando le sonó el teléfono, era la amiga de la anciana que quería verla, quedaron para el día siguiente después de que Almudena saliera del trabajo. Recogió las espadas y las guardó en la maleta una vez más. Luego mientras miraba uno de los libros que había cogido de la maleta se dio cuenta que era el libro del que hablaban en las críticas literarias, cuando lo abrió para ojearlo se dio cuenta de que en él describía todas y cada una de las espadas que había encontrado en la maleta, además de  numerosas leyendas e historias, su lectura le pareció interesante sin contar con la ayuda que le podría proporcionar leer aquel libro.

A la salida del trabajo la amiga de la anciana la estaba esperando en la cafetería del hospital, había quedado con ella porque tenía algo que darle. La señora Graciela días antes de morir le había dado una carta para la joven, con indicaciones de que llegado el momento tras su muerte se la hiciera llegar. Después de Intercambiar varias palabras, le hizo entrega de la carta y prosiguieron cada una su camino. Poco después había llegado a su casa y tras sentarse en el sofá se puso a leer la carta.

Estimada Almudena:

Me dirijo a ti para informarte de que estás en peligro. Lee atentamente esta carta, en ella encontraras respuesta a algunas preguntas que seguramente te has hecho. Mi muerte no es fruto de la casualidad, ni de la vejez, llevo muchos años batallando. Supongo que has encontrado las espadas que hay en la maleta del trastero, soy consciente de las insistencias de tus llamadas y de tu visita, pero entonces no quise hablar contigo y me decidí a escribir esta carta para informarte tras mi muerte de todo lo ocurrido.

Cuando era pequeña mi padre escribió un libro basado en leyendas pertenecientes a las diferentes dinastías chinas, y describiendo en él las diez espadas que has encontrado. La espada de la divinidad creada para el emperador amarillo, la puedes reconocer porque lleva grabado un sol, la luna y las estrellas en una cara de la hoja y al otro lado montañas, ríos y arboles. La espada de la gentileza, larga, sin marcas y de color negro, de una fina ligereza pero de fuerza atroz. La espada de la soberanía de reflejos rojizos y funda tallada perteneciente a la dinastía Qin. La espada del prestigio, lleva tallados en tonalidades marrones y perteneció al rey de Chu. La espada de la integridad, fue forjada con agua del arrollo de la montaña Cishan, su valor resulta profundamente etéreo. Las espadas del amor, son dos y jamás han estado separadas, en el libro encontraras un leyenda muy bonita sobre estas espadas. La espada de la valentía, tiene hoja labrada, y lleva un topacio engarzado en la empuñadura. La espada de la majestad, su hoja es tallada y de tonalidad dorada y de corta empuñadura. Y por último la espada de la delicada elegancia, larga, y con la empuñadura tallada, fabricada en la dinastía Shang.

Cada noche cuando me iba a dormir me contaba una leyenda, la única que no había incluido en el libro, decía que la persona que fuera capaz de reunir las diez espadas obtendría los valores que cada una de ellas incluía, “divinidad, gentileza, soberanía, prestigio, integridad, amor, valentía, majestad y elegancia”. En aquel momento la historia me entusiasmó, y me propuse que cuando creciera viajaría a china y no regresaría hasta que no hubiera logrado robar todas y cada una de ellas. Conforme crecí fui planeando los robos, me creé un personaje en cada lugar, visité cada museo varias veces hasta tener la fórmula perfecta. Tuve que trabajar en cada robo durante meses hasta que conseguí mi propósito.

Quince días más tarde, seguía sin obtener mi recompensa, pensé que todo había sido una invención de mi padre, pero no fue así, esa noche mientras dormía apareció en mi sueño un hechicero anciano de barba afilada y sin dientes, con una toga negra de ribetes rojos, para decirme que la leyenda en sus orígenes no era tal como me la habían contado, estas fueron sus palabras antes de escupirme a la cara un escorpión. Tras este  fatídico sueño desperté y pensé que solo había sido eso un sueño, pero me equivoqué. Ese mismo día mientras paseaba por la calle me sentí algo por la pierna, y me levanté el pantalón, encontrándome al escorpión que el anciano me había escupido. Intenté sacudir la pierna pero solo se movió para asestarme un picotazo profundo y doloroso, luego desapareció. Desde entonces he disfrutado de los diez valores procedentes de las espadas, pero tras una armadura de fuerza y valor he ocultado la enfermedad que me ha ido produciendo el escorpión. Cuando menos me lo espero vuelve para darme otro picotazo sin que pueda hacer nada para impedirlo, agravando mi la salud hasta llegar a la muerte.

Ésta ha sido mi historia, si quieres que la tuya sea diferente deshazte de las espadas, tíralas o devuélvelas, pero no las tengas contigo más de quince días porque el anciano irá a por ti.

Atentamente  Graciela

Faltaban solo cuarenta horas para cumplir el plazo cuando Almudena leyó la carta, en un principio se encontraba confundida, pero tras meditar un poco y comparar la vida de ella y la de la anciana, pensó en quedarse con las espadas y disfrutar de todo lo que la vida le ofrecía: divinidad, gentileza, soberanía, prestigio, integridad, amor, valentía, majestad y elegancia.

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