El grito en el cielo puse un sencillo amanecer, pues mi cuerpo estaba cubierto de pergaminos sin leer. Al despertar estos manuscritos encontré, su rúbrica delataba su proceder, siendo la caligrafía de mi poder. Expresaban toda una vida de sueños, experiencias, pensamientos y lo más importante lo que quedaba por vivir. He tapizado mi cuarto con las letras que aquel día escribí. Para no olvidar los objetivos, ni los sueños por vivir.

miércoles, 29 de febrero de 2012

EL ÚLTIMO DESEO

Sentada en su cajita mirando para ninguna parte pendiente de que llegara su pajarito cantor para animarle. Con su repeinado moño y su tutu elegante esperaba la bailarina a que su amigo llegase. “Ya siento su aletear, se ha posado en la ventana para poderme cantar” dijo la bailarina. Su amigo era un ruiseñor que iba cada día a cantarle, porque Irene no tenía a nadie que le diera cuerda a su cajita para poder bailar. Vivía en la trastienda de una establecimiento de antigüedades, junto con muebles y objetos, esperando que llegase el momento que la comprasen.

“Elías, muy buenos días, ¿Qué tal está el día?” dijo la bailarina. “A salido el sol tan brillante y vivo como cada día. He volado varias veces todo el parque, bebí en la fuente y comí varios mosquitos que rondaban cerca de la frutería. ¿Qué tal te ha ido a ti? ¿Algo nuevo?” dijo Elías el ruiseñor. “La rutina de cada día, cuando me he levantado he estirando las piernas, luego me he recorrido todo el cuarto trotando esperando a que llegaras tú. Estoy preparada para bailar, cuando quieras mi admirado ruiseñor.” Dijo Irene la bailarina a su amigo cantor que inmediatamente comenzó su fascinante melodía para acompañar con un poco de alegría a la abandonada bailarina.

“¿Vendrás mañana?” dijo la bailarina. “Seré puntual como cada día, nunca dejaré de cantar para ti, no hay nadie que aprecie tanto mi canto como tú.”  Dijo el ruiseñor. Pero a la mañana siguiente no apareció, lo estuvo esperando con su tutú plateado y su moño repeinado hasta caer la tarde pendiente de cualquier ruido, esperando tener noticias de él.

Lo esperaba sentada en su cajita, pasaron varios días y no apareció, desconsolada miraba para la ventana esperanzada en escuchar su canto o su aletear. Un día al oír el canto de un pájaro pensó que volvía, que simplemente se había olvidado de ir aquellos días, pero en breve se dio cuenta de que aquel canto no era más que el piar de un gorrión. Cerró los ojos, se concentró y por un momento recordó aquella dulce melodía llena de coloridos matices, de alegría, de pausas, de silencios llenos de notas, de la expresión de su canto, de su pico, de ese pico que no era de oro pero era de un pardo rojizo. Con la única música que sentía dentro de su corazón comenzó a bailar, eran tantos los buenos momentos que había pasado con su amigo cantor que le bastaba solo eso para bailar, para recordar que mientras estuvo en su compañía fue feliz.

Un mañana mientras dormía la despertó un leve cantar, en la lejanía se podía escuchar un canto muy similar al de Elías. Se abrió la puerta y entró el propietario de la tienda de antigüedades, traía en sus manos una caja con varios objetos que soltó en el suelo antes de marcharse. “¡Irene, buenos días!” dijo una voz que provenía del interior de la caja, “¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre?” dijo la bailarina. “Me llaman ruiseñor, para ti soy Elías” dijo aquella voz antes de salir de la caja. “Que alegría volver a verte, pensé que no volverías, te noto algo diferente. ¿Dónde has estado todos estos días?” Le dijo la bailarina al ruiseñor. “Te prometí que nunca dejaría de cantar para ti, y aquí estoy. Tuve un pequeño accidente mientras cazaba mosquitos, me choqué contra un cristal y caí al suelo, cuando desperté tenía frente a mis ojos a una pequeñísima hada, creo que se parecía a ti, por un momento pensé que soñaba contigo. Pero no era así, era el hada del último deseo, me explicó que estaba muerto, y que por haberme portado tan bien contigo tenía derecho a un último deseo. Ahora soy un juguete igual que tú, ése fue mi deseo, te prometí que nunca te dejaría y aquí estoy para cantarte por el resto de nuestros días.” Dijo Elías el ruiseñor, desde aquel momento cantan y bailan a todas horas porque un último deseo ha propiciado esta unión.

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