Ya no tiene corazón, un perro hambriento se lo ha comido por mirar una puesta de sol. Se ha quedado con un motor maloliente y grasiento por corazón. Sin alma da movimiento a ese cuerpo inerte en manos del momentáneo tiempo.
El frio acaricia los restos, el alma voló con el viento, ese oso amoroso ya no tiene corazón. Ya me encargaré yo testigo de lo imperfecto de dar caza a ese sabueso codicioso de corazón, mientras tanto he cambiado por una piedra ese infecto motor y he tirado a un lago, bien lejos, a ese oso sin amor.
Esta historia triste se reflejó en mi sopa de letras, sabia salada, añeja. Ese perro se la ha comido y no ha dejado rastro de ella.
Un plato vacio ante un corazón inerte y un perro viejo que come cuanto acontece, pero aun no hay cabida al abandono, pues aquí estoy yo, para apelar a la conciencia de cualquier desanimado corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario