El grito en el cielo puse un sencillo amanecer, pues mi cuerpo estaba cubierto de pergaminos sin leer. Al despertar estos manuscritos encontré, su rúbrica delataba su proceder, siendo la caligrafía de mi poder. Expresaban toda una vida de sueños, experiencias, pensamientos y lo más importante lo que quedaba por vivir. He tapizado mi cuarto con las letras que aquel día escribí. Para no olvidar los objetivos, ni los sueños por vivir.

lunes, 31 de agosto de 2015

EN CADENA



Era un domingo cualquiera, me levanté temprano para hacer limpieza como de costumbre, pero, esta vez mis ojos se fueron hacia la lista de propuestas y planes pendientes que colgaba de la nevera, el imán comenzaba a ponerse mohoso y el papel a palidecerse, la miré un instante y tras repasarla decidí buscar las mayas, la sudadera y esas zapatillas tan chulas, las que compré cuando apunté como propósito hacer deporte. Tras cerrar la puerta, obtuve una primera impresión de mi barrio cuando todos menos algunas marujas duermen, la vida ajetreada del trabajo a casa y viceversa hace que tener una vida sana, natural y sociable sea complicado, dejé los pensamientos aburridos sobre el felpudo de la entrada y me sumergí en mis pasos ligeros, haciéndolos cada vez más intensos, salí de los adosados, atravesé la avenida principal, donde algunos viandantes se paraban a comprar churros, otros a tomar el primer café de la mañana,  llegué hasta el parque, le di una vuelta y tras tomar un poco de agua, me vi con fuerzas de continuar, le estaba tomando el gustillo a sentir el calor en los pies y el aire fresco sobre mi rostro, decidí pasar por el lago, lugar que no visitaba desde que pasó de ser un lugar de recreo infantil a convertirse en el sitio favorito de las parejas para hacerse arrumacos, aprovechando la intimidad de unas farolas fundidas a peñascazos. Por la mañana, todo era diferente, la luz del sol brillaba sobre su agua cristalina, el césped verdeaba cubierto de los restos del botellón, las papeleras tras el vandalismo permanecían tiradas en el suelo, las barquichuelas también habían desmejorado desde la última vez que las vi, se movían suavemente mecidas por el agua, me vi obligada a parar, mi gemelo izquierdo se había tensado provocándome un gran dolor, me senté en un banco, contemplaba el paisaje cuando me fijé en algo fuera de lugar, un bulto se acercaba muy despacio flotando en el agua, me puse de pie, no daba crédito, para un día que descansaba del trabajo y éste me buscaba, cogí el móvil y llamé a mi subordinado para que se personase de inmediato, teníamos un crimen que resolver, esperé hasta que vino con el equipo oficial, y sacamos el cuerpo, una joven, se encontraba semidesnuda, con magulladuras por todas partes, el forense no quiso darme ninguna pista hasta que no le practicase la autopsia, merodeamos buscando algún indicio, pero todo estaba infectado por los restos de la última juerga, me subí a una barquichuela, solté el amarre, y me adentré hacia la mitad del lago, allí, lo rodeé con la vista, hasta que encontré una barquichuela flotando bocabajo, cerca de la otra orilla, por un momento presentí que habría más de una víctima, llamé a mi subordinado para que rodease el lago a pié, cogí los remos con fuerza, y remé tan rápido como pude, de entre la maleza salió desconsolado, llamándome a voces, había encontrado, el cuerpo de un joven, salté, no sin mojarme las zapatillas, y corrí hacia él, el cuerpo permanecía tirado en el suelo, con la cabeza aplastada por un gran peñasco, a dos metros de distancia la cesta de picnics continuaba repleta, cerca, una cartera sin dinero, pero con documentación, ya teníamos identificados a los cadáveres, solo nos faltaba el motivo y el asesino en cuestión. Recogimos un par de pisadas en la hierba y algunas colillas, luego avisamos de nuevo al forense que acababa de trasladar a la joven a su mesa de trabajo, antes de irnos di una última vuelta, algo brillaba a los pies de un sauce cercano al lugar del crimen, me acerqué y encontré la llave de un coche, caminé hacia los estacionamientos más cercanos buscando un Ford, encontré uno aparcado debidamente, pero en muy mal estado, con las ruedas pinchadas, y hundido a palos, me acerqué para explorarlo, el maletero estaba atado por el simple cordón de un zapato, quité su nudo con cuidado, y dando un rebote se levantó la puerta, ante mis ojos, otro cadáver, esta vez era un hombre corpulento de mediana edad, tenía las manos atadas a la espalda, y varios disparos, algo asomaba de su boca, una pequeña placa con un nombre inscrito, tiré de ella y apareció la pulsera de una niña, le revisé los bolsillos sin encontrar nada, abrí la guantera, pero no había documentación, llamé para que me informasen sobre la matrícula, me dieron una dirección, dejé a mi subordinado a cargo en aquel lugar, y le pedí su coche, no antes de enviar una patrulla a la casa de aquel hombre, puse la sirena para abrir paso, tarde quince minutos en llegar, aparcaba cuando la expresión de uno de mis compañeros me dio a entender que llegábamos tarde, en su cuarto, con un gesto de sueño complacido yacía la hija aquel hombre, en el suelo encontré una jeringuilla que envié a analizar, en la casa, no había nadie más, al ver una foto sobre la mesilla de la niña, recordé que la muerte de su madre había salido en los periódicos, falleció en un accidente laboral algunos meses antes, cuando limpiaba los alrededores del lago, el trabajo se nos acumulaba acompañado de múltiples interrogantes, pero algo tenía claro, debía regresar  al primer escenario, lugar en el que reconstruir algo que no tenía mucha lógica, buscar pruebas y testigos, y no olvidarme de que la principal culpable de esta historia, era el agua del lago, tan cristalina y pura que ya cometió otro asesinato.

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