El grito en el cielo puse un sencillo amanecer, pues mi cuerpo estaba cubierto de pergaminos sin leer. Al despertar estos manuscritos encontré, su rúbrica delataba su proceder, siendo la caligrafía de mi poder. Expresaban toda una vida de sueños, experiencias, pensamientos y lo más importante lo que quedaba por vivir. He tapizado mi cuarto con las letras que aquel día escribí. Para no olvidar los objetivos, ni los sueños por vivir.

jueves, 15 de septiembre de 2011

EL TUCÁN

El barbilampiño corría por el abajadero subido en el patín a toda velocidad, tropezando con una piedra y dándose un batacazo. Era su cumpleaños, y a la salida del colegio decidió correr lo más rápido posible. Quería saber si su abuelo Enrique, le había llamado. Porque llevaba tiempo esperando su visita y quería saber cuándo iba a verle.
Se había abrasado las rodillas al caer, pero sostuvo las lagrimas para que Susi, una compañera del colegio que le observaba no se riera de él. Se levantó y siguió hasta casa, cuando subía por las escaleras del bloque, le pareció sentir alboroto proveniente de su piso, llamó al timbre, cesando por un momento aquella algarabía cuando su madre le abría la puerta.

-¿Qué era todo ese ruido, Mamá?-Dijo pepillo mientras ojeaba todo el salón desde la puerta, no viéndose en este, nada más que a su padre que veía la televisión sentado en el sofá.
-Tu padre, que tenía a toda voz la televisión.-Dijo Candela la madre de pepillo.

Pepillo entró hasta el salón, y soltó el patín y la mochila en el suelo, cuando de repente salió un montón de gente, amigos del colegio, algunas vecinas, sus amigos del bloque, etc.

-¡Feliz cumpleaños Pepillo!- Gritaron todos al unísono.

Pepillo, no se encontraba muy sorprendido, aunque lo habían hecho bien, pero, se les habían pasado no hacer ruido, y él era un niño artero, que pescaba las indirectas al vuelo. Y vio un poco sospechoso, que sus padres no le esperaran con el pastel en la mesa, para celebrar su decimo cumpleaños.
Cuando los asistentes se fueron acercando para felicitarlo individualmente, fue cuando se dio cuenta de que su abuelo Enrique estaba allí. Pepillo le dio un gran abrazo a su abuelo, llevaba un año sin verlo porque vivía en otra ciudad, y no habían podido verse antes. Todos se sentaron y la madre de Pepillo puso el pastel sobre la mesa y encendió las velas. Pepillo las sopló y su madre repartió el pastel entre todos los presentes. Después comenzaron a repartirle los regalos. Entre los cuales había un balón de futbol, una videoconsola, un disfraz de Aladino, una bicicleta, comic etc.… estaba encantado ni en los reyes les habían traído tantos regalos.
Su abuelo esperó a que acabara la fiesta, a que toda la gente se hubiera ido y estuvieran a solas los dos para darle su regalo. Sacó de la maleta un paquete y se lo dio a Pepillo, éste lo abrió, y la verdad es que le sorprendió que su abuelo, después de un año sin verle le hubiera regalado un disfraz de pájaro, hasta el disfraz que le había regalado su vecina de enfrente le gustaba más.  

-No te ha gustado mucho, ¿verdad?- Dijo el abuelo al ver la cara de desilusión.
-Sí, está bonito abuelo, me lo pondré para el próximo carnaval.-Dijo el niño con resignación, no quería hacerle un feo, después del tiempo que llevaban sin verse.  
-Tal vez mas tarde, te des cuenta de lo que significa este disfraz, pruébatelo la semana que viene con la luna llena, para entonces, yo me habré ido, pero le dejaré a tu madre una carta con instrucciones, ahora parece un disfraz insignificante, pero te darás cuenta de lo que vale.- Dijo el abuelo de pepillo.
-¿Ya te vas? Pero si acabas de venir.-Dijo pepillo, un tanto afligido.
-Mañana, por la tarde me voy, tengo que trabajar, volveré cuando me sea posible.-Dijo el abuelo de pepillo.
-¿Quieres que juguemos con la videoconsola? Podemos echar carreras de coches, o jugar al futbol.-Dijo pepillo entusiasmado, quería jugar con su abuelo todo el tiempo posible.
-¡Vale, te voy a dar goleada, ya verás!-Dijo el abuelo.

Abuelo y nieto jugaron un partido de futbol en la videoconsola, antes de cenar. Y a la mañana siguiente salieron a pasear y a comerse un helado. Luego llegaron a casa y después de almorzar, el abuelo de Pepillo recogió sus pertenencias, y lo acompañaron hasta la estación de tren. Donde se despidieron de él hasta la próxima visita. Cuando llegaron a casa, Pepillo se encontraba apático sentado en el sofá, se sentía triste, porque su abuelo había pasado poco tiempo con él, y además no le había gustado mucho su regalo. Su amigo Adrian le propuso ir a dar un paseo con la bici nueva, el tenía una igual que le habían regalado para reyes, y Pepillo aceptó, no le vendría mal salir un rato.

Fueron desde su casa hasta el polígono industrial, allí encontraron en un terreno a un perrito malherido, que se propusieron recoger, pero Adrian no se lo quería llevar a su casa porque ya tenía un mastín labrador y era muy celoso de cualquier otro animal que se le acercará a Adrian, y no querían que éste le fuera a hacer daño, por lo que Pepillo decidió llevárselo a su casa para curarle la patita rota, y darle algo de comer que se notaba que estaba hambriento. Adrian que llevaba un sándwich para la merienda se lo dio al perrito para que se lo comiera, y éste lo devoró de un mordisco. Cando llegó a su casa se llevó al perrito hasta el dormitorio, y le puso un cojín en el hueco que había entre el armario y la pared, allí podría permanecer escondido, y si no hacia ruido, estaría bien cubierto por unos días hasta que se recuperase. Le había liado la patita con unas vendas y se la había entablillado con dos reglas de madera, luego fue a la cocina.

-Mamá, ¿Qué cenamos hoy?-Dijo Pepillo a su madre que preparaba la plancha para asar los filetes.
-¡Ya ves!, hoy cenamos filete a la plancha, y patatas fritas. ¿Te gusta la cena?-Dijo Candela.
-Claro que sí, estoy deseando de que llegue la hora, estoy hambriento.-Dijo Pepillo con entusiasmo.
-Bien, pues te puedes ir a repasar los deberes mientras yo termino, ahora te aviso.-Dijo Candela para que se pusiera a revisar los deberes para que no se le quedaran ningunos sin hacer para el lunes.
-Pero si tengo muy poca tarea, y todo el día de mañana, me voy a jugar a mi cuarto, dame una voz cuando esté lista la cena. ¿Vale?-Dijo Pepillo con esperanza de que la madre no se presentase en el cuarto.

Salió de la cocina y se fue a la habitación, cogió el primer comic de los cinco que le habían regalado, era de Batman y Robin, y se recostó en la cama. El siempre se iba a dormir leyendo historietas de superhéroes. Y aunque faltaba poco para esa hora, decidió dedicar el tiempo antes de cenar a leer las primeras páginas del comic nuevo.

Pasado un rato, su madre lo llamó para cenar, y pegó un gran salto de la cama, se encontraba casi dormido, mientras el comic se le escurría hasta el suelo. Y con todo esto el perro ladró, al sentir la voz de la madre de Pepillo, porque estaba echando un sueño a la vez que su nuevo amo. Mientras uno soñaba con aventuras, el otro, soñaba con un gran hueso que había escondido y no podía encontrar. Candela se acercó hasta la habitación, porque le había parecido oír un ladrido.

-¡Pepillo, me ha parecido oír un ladrido! ¿Tienes algo que ver?-Dijo Candela un tanto mosqueada, porque el ambiente olía a rancio, más bien, como a bicho muerto.
-Que mal huele aquí, no tendrás los calcetines de ayer todavía en los zapatos, que eres muy puerco.-Dijo la madre de Pepillo que no soportaba el olor a pies.
-No mamá, los calcetines los eché a lavar esta mañana cuando me duché.- Dijo Pepillo, mientras empujaba con el pié al perro que quería salir de su escondite.

Candela inspeccionó la habitación de una ojeada, y no pudo ver al perro, porque Pepillo se colocó delante.

-Venga, vamos a cenar.- Dijo Candela.

Después de la cena, Pepillo fue a llevarle unos filetes que le había guardado al perrito, y luego se fue a dormir.

Al día siguiente, mientras todos dormían, el perrito salió de su escondite, arrastrando la patita, y se fue al cuarto de baño donde sacó todo cuanto encontró en el cubo de la ropa sucia. Entonces Juan el padre de Pepillo, que entró en el cuarto de baño descubriendo en él, a su nuevo inquilino.

-¡Candela, que hace este perro aquí!-Gritó el padre de Pepillo.
-¿Qué pasa?-Dijo Candela mientras se ponía las manos en la cabeza.
-Pero este perro como a llegado hasta aquí, ya se, seguro que son cosas de Pepillo. ¡Pepilloooo, ven inmediatamente!- Dijo Candela mientras se remangaba por el sofoco del disgusto, el perro mientras mordisqueaba la ropa interior.
-¿Qué?, ¿Qué pasa?-Dijo Pepillo que cuando vio lo que estaba haciendo su nuevo amigo, empezó a hacer pucheros.
-No hagas pucheros, y dinos de dónde has sacado este perro. Ya sabes que no queremos animales en casa, que luego no te vas a hacer responsable de ellos, y nos tendremos nosotros que ocupar de él.-Dijo Juan el padre de Pepillo.
-Me lo encontré abandonado en el polígono ayer, cuando cogí la bici con Adrian. Y nos dio pena dejarlo tirado, tiene una pata rota, y no sabíamos qué hacer con él, Adrian no se lo podía llevar a casa, porque Pirata le puede hacer daño.-Dijo Pepillo con cara de pena, para convencer a sus padres.
-Nosotros no tenemos sitio aquí para perros, lo llevaremos a la perrera municipal, y que allí se encarguen de él.-Dijo Candela que no soportaba tener un perro desde que se le había muerto precipitadamente, uno que ella había criado.
-No, no, a la perrera no, yo me haré cargo de él, y lo llevaré a pasear, y lo limpiaré.-Dijo Pepillo, apenado porque no se quería deshacer del perrito.  
-Aremos un trato, como está malherido te encargaras de él, hasta que se ponga bien, y luego ya pensaremos que hacer con él.-Dijo la madre de Pepillo.

Pasada una semana el perrito ya se encontraba curado, Pepillo se había encargado todos esos días de curarlo y alimentarlo de maravilla. Fue entonces cuando apareció una señora mayor llamando a la puerta reclamando al perrito.

-Hola, buenos días, venía a recoger a mi perro, hace un mes que se me escapó de casa y desde entonces he estado buscándolo sin tener noticias de él. Pero mi vecina que vino a visitar a una amiga, lo reconoció ayer cuando su hijo lo paseaba.-Dijo la anciana a la madre de Pepillo, que la escuchaba atentamente.  
-Señora, mi hijo se encontró a ése perro abandonado, y, a cuidado de él con mucho esmero. Y estoy segura de que no se lo va a querer regresar.-Dijo Candela a la señora que pretendía arrebatarle un buen amigo a su hijo, ahora que éste sabia como ocuparse de una responsabilidad.
-Pues, ese perro es mío, y si no me lo devuelve los voy a denunciar.-Dijo la anciana mientras se alejaba de la puerta.

Cuando Pepillo regresó de pasear al perrito, su madre le contó lo sucedido, y éste se echó a llorar, no quería devolverle a Robin, así le había bautizado porque él era su nuevo aliado. Su madre lo dejó solo en el cuarto para preparar la cena, y fue entonces cuando Pepillo, aprovecho un despiste de su madre para coger a Robin, y llevárselo lejos donde esa señora no se lo pudiera quitar. Cogió su bicicleta y una mochila, en ella metió una hacha, que había en el cajón de las herramientas de su padre, una mantita, comida y agua. Y lo llevó a un andurrial que solo él y Adrian conocían, allí cortó algunas ramas de los arboles, para cubrir una pequeña cueva donde escondería a Robin, le puso la mantita en el suelo, y al lado comida y agua. Luego se despidió de él y le prometió volver todos los días, y que regresaría por él cuando la señora dejara de buscarlo. Luego se fue a casa.

-¿Dónde te habías metido?¿Y Robin, dónde está?-Dijo la madre de Pepillo que lo esperaba en la puerta.
-Lo he escondido donde esa señora no me lo pueda quitar, y no te voy a decir dónde está, me voy a mi cuarto, no quiero cenar.-Dijo Pepillo enfadado porque creía que su madre quería devolverle a la mujer el perrito, no sabía que ella también se había encariñado de él.     

Candela lo siguió hasta el dormitorio y cuando soltó la mochila en el suelo, se la cogió para abrirla, y fue cuando vio la hacha.

-¡Pepillo! ¿Qué has hecho con el perro?¿Porque te has llevado ésta hacha?-Dijo Candela preocupada por lo que podía haber hecho su hijo.
-No te preocupes mamá, Robin está bien, y donde lo he escondido esa señora no va a saber llegar .-Dijo pepillo mientras se sonreía.  
-Nos ha amenazado con denunciarnos si no le devolvemos a Robín.-Dijo Candela.
-Pues yo no se lo pienso devolver, ni hablar, Robin es mío.-Dijo Pepillo casi enfadado.
-Esto lo hablaremos mañana mas tranquilamente, ahora baja a cenar, que después te tengo que dar una cosa.-Dijo Candela esperanzada en que Pepillo confesara el escondite.

Después de cenar su madre le dio la carta de su abuelo que debía de leer cuando fuera luna llena.

“Querido Pepillo”:
Ya ha llegado el gran día, esta noche habrá luna llena, y es cuando te debes de probar el disfraz que te regalé por tu decimo cumpleaños. Todos mis antecesores varones lo han llevado puesto, a partir de cumplir los diez años hasta que tengan sucesores.
Ya ha llegado la hora de que pase a tus manos este particular disfraz. Tu madre sabe de la tradición, y está de acuerdo en que tu lo uses y estamos seguros de que le sacarás el máximo provecho a este disfraz.
Si te fijas bien es un Tucán: lleva capa y pantalón negro, el jersey es negro contando con una gran zona amarilla en el torso, y la máscara tiene la forma de ese gran pico que tiene el tucán. Este disfraz te dará poderes mágicos con los cuales debes combatir el mal de tu ciudad, y ayudar a tus convecinos.
Cuando te pongas el disfraz sube a la azotea a que te llenes de luz de luna, y después notaras la energía, solo tendrás los poderes cuando lleves puesto el disfraz, tenlo siempre en cuenta. Una vez que sigas estos pasos podrás volar, tendrás una gran destreza a la hora de defenderte de tus enemigos, visión nocturna, y todos los sentidos ampliados a gran escala.
El pantalón lleva unos bolsillos grandes, ocultos donde llevaras escondidas todas tus herramientas, las que te ayudaran en todo cuanto precises y no olvides que tu imaginación es tu mayor defensa ante una situación complicada. Además no te preocupes porque no te podrán descubrir nunca, en el momento en el que intenten quitarte la mascará cualquier persona que se encuentre a tu alrededor caerá al suelo, en un sueño funesto. Procura no quitarte el disfraz en compañía de nadie.
Besos de tu abuelo

Pepillo se sentó para reflexionar sobre lo que decía la carta de su abuelo. El siempre había soñado con ser un superhéroe, y le encantaban sus historias, pero no pensaba que pudieran existir seres con esas virtudes. Y menos que el podría ser uno de ellos. Comenzó a probarse el disfraz, se puso el pantalón, el jersey y la capa, y miró en la caja, pero no encontró calzado que acompañara a su vestimenta negra, entonces fue cuando se probó las babuchas del disfraz de Aladino que eran negras y le quedaban muy bien con el traje de El Tucán, cogió todos los utensilios que había en la caja y se los guardó en los bolsillos. Luego subió a la azotea y se puso enfrente de la Luna mirándola fijamente. Y ésta le dio toda la energía que necesitaba, subiéndole una sensación de fuerza indescriptible por los pies y recorriéndole todo el cuerpo.

Luego se subió al filo de la azotea se disponía a precipitarse al vacío, miró y vio lo lejos que quedaba el suelo, se paró un momento “¿Y si todo fuera una broma? No sobreviviría a la caída” pensó. Y escaló por una ventana del trastero y se subió al tejado de éste, y desde allí se lanzó a la azotea del bloque vecino. Una vez que vio que no le pasó nada y que podía volar, se subió al filo de la azotea vecina y se precipitó al vacío.

Voló por la cercanías de su barrio para ir probando, en todo esto con su súper oído sintió un grito que provenía del norte de la ciudad, era una madre angustiada porque le había desaparecido su bebé del carrito mientras ella distraída miraba los escaparates de una tienda de ropa, allí se presentó El Tucán de inmediato. Le pidió a la madre que le describiera al niño y algún objeto que le perteneciera, la madre le dejó su mantita, luego la olió y comenzó a buscarlo, volando para ampliar horizontes. A lo lejos vio una señora que corría a toda velocidad con un niño entre los brazos, pronto se dio cuenta de que aquel era el niño que él buscaba, y voló hasta la mujer parándose frente a ella, ésta intentó huir dándole un empujón, pero Pepillo ahora poseía una fuerza espectacular permaneciendo en su sitio sujetando a la mujer sin moverse ni medio centímetro.

-Señora este niño no es suyo y su madre lo está buscando, haga el favor de devolvérmelo.-Dijo Pepillo con voz ronca intentando imponer respeto.
-No, No, este niño es mío, yo lo parí y ella fue la que me lo quitó, suéltame.-Dijo aquella mujer entre sollozos.
-Este es el niño de una señora que estaba enfrente del centro comercial y mientras miraba un escaparete se lo has robado. Devuélveselo que de ti ya se encargará la policía .-Dijo Pepillo.
-Te prometo que este niño es mío, ella me lo quitó al nacer, ella es mi prima, primero me quitó a mi marido y luego me hizo pasar por loca mientras me hacia la vida imposible, al final entre ella y mi ex marido me han quitado a mi niño, esta tarde me he escapado del siquiátrico, y la he seguido hasta conseguirlo, este niño es mío, suéltame, la mala es ella, no yo.-Dijo, aquella pobre mujer. 
-De todos modos te acompañare, y allí le cuentas todo esto a la policía una vez que le devuelvas el bebe a la señora, te aconsejo que te busques un abogado que te ayude a demostrar tu defensa, yo después de esta noche, te prometo que vigilare tu caso desde cerca.-Dijo Pepillo para convencer a la mujer con esperanza de poderla ayudar.   

Después de su primera intervención como superhéroe, se recorrió la ciudad volando, buscando otros casos de necesidad y viendo que todo estaba en orden, decidió irse a casa.

-Pepillo me tenias preocupada, ¿Dónde te habías metido?-Dijo la madre de Pepillo que lo estaba esperando en su cuarto, porque lo había buscado por todo el piso y no lo encontraba, y sabiendo el contenido de la carta, supuso que habría salido.
-¡Mamá, esto es alucinante!¡Me encanta! Si no fuera porque tendré que trasnochar y estaré más cansado en el colegio, y además, hoy he ayudado a una señora que le habían robado a su bebe, pero no sé si he hecho lo correcto. La señora que lo había robado decía ser la verdadera madre.-Dijo Pepillo en un estado de ambivalencia.
-No te preocupes, conforme se vallan pasando los días te irás acostumbrando, y sabrás tomar las decisiones con mejores fundamentos. Ahora acuéstate y descansa.-Dijo la madre de Pepillo aconsejándolo.

Todos se fueron a dormir y a la mañana siguiente como era Domingo, Pepillo se levantó bien temprano, y después de tomar un buen desayuno, se vistió, y guardó en su mochila una botella de agua y algo de comer para Robin, y el disfraz, por si tenía que hacer alguna intervención, y cogió su bicicleta y fue al andurrial a visitar a Robin. Cuando llegó, su amigo se encontraba muy contento de volverlo a ver, le saltaba y le ladraba con alegría, lo soltó para pasear con él un rato, y caminaron por aquel paraje tan bello como extraviado. Cuando pudo divisar a lo lejos, a una mujer acercándose al filo de un acantilado con intención de lanzarse por él. Cuando inmediatamente Pepillo se puso el traje y rescató a la joven mientras procedía a desistir de la vida, salvándola a ésta en el último instante antes de estrellarse. La sujetó y la llevó a un buen sitio donde no tuviera cerca nada peligroso, cuando la soltó en el suelo y le pudo ver la cara, se dio cuenta de que era la misma mujer del día anterior.

-Pero. ¿Que intentaba hacer usted, está loca?-Dijo Pepillo enfadado.
-Tú otra vez, para que me has salvado, si ayer me condenaste a vivir sin mi niño. No quiero vivir con esta injusticia, me lo han quitado todo.-Dijo la mujer. 
CONTINUA EN LA PÁGUINA PRINCIPAL

1 comentario: