El grito en el cielo puse un sencillo amanecer, pues mi cuerpo estaba cubierto de pergaminos sin leer. Al despertar estos manuscritos encontré, su rúbrica delataba su proceder, siendo la caligrafía de mi poder. Expresaban toda una vida de sueños, experiencias, pensamientos y lo más importante lo que quedaba por vivir. He tapizado mi cuarto con las letras que aquel día escribí. Para no olvidar los objetivos, ni los sueños por vivir.

martes, 15 de mayo de 2012

PILOTAJE DE UN FLOTADOR


Eulalia se encontraba tumbada en el sillón del dentista, con la boca abierta de par en par, la anestesia le impedía que notase el dolor que le provocaría el sacarse los restos de una muela de no habérsela inyectado. De no haber sido por el flemón que esta le había producido no habría ido al dentista, el simple hecho de pasar por la puerta le producía un pavor sorprendente.

Temerosa rezaba a todos los santos que conocía para que terminase pronto de hurgarle en la boca. La enfermera le puso un algodón en el lugar de la extracción, y tras unas recomendaciones estaba lista para irse a casa. Al llegar a la recepción tuvo que esperar un rato porque la chica estaba ocupada con otro cliente y mientras esperaba llegó Catalina, un antigua amiga suya.

Un par de minutos le bastaron para quedar con ella en tomarse un café el próximo jueves por la tarde cuando ésta saliera de Pilates. Eulalia con un leve movimiento de cabeza le confirmó la cita, pues no se atrevía a mover la boca, temía que se le saliera el algodón.

Pasaron los días y Eulalia se encontraba totalmente recuperada de su extracción. Se dirigía camino a la cafetería donde había quedado con Catalina, cuando al pasar por la puerta de una heladería se quedó mirando un cartel y se escurrió al pisar una cucharilla que alguien debía de haber tirado al suelo. Pronto dos jóvenes que pasaban por allí acudieron a comprobar que se encontraba bien. La ayudaron a levantarse del suelo y luego cada cual siguió su camino.

Catalina la espera sentada en la misma mesa donde en su juventud tomaban refrescos mientras departían de novios, moda y contratiempos. Ilusionada tomaba un café mientras que Eulalia llegaba, llevaban tanto tiempo sin verse que tenían que volver a ponerse al día después de haber perdido el contacto.

Eulalia al tomar un sorbo de su café se dio cuenta de que efectivamente se había roto el colmillo derecho al escurrirse y darse con una piedra. Le produjo tal picotazo que no bebió mas café, y se entretuvo en jugar con la cuchara mientras que Catalina le contaba como aprendía natación en un curso impartido en la piscina municipal. La invitó a que fuera un día con ella a la piscina, pero Eulalia se negó excusándose que tenía cosas que hacer.

A la mañana siguiente Eulalia preparaba el bolso y se colocaba el bañador para ir a la piscina, aunque se había negado en un principio aceptó más tarde, al darse cuenta que le había salido de nuevo un flemón, pero esta vez cerca del labio superior. Al parecer tenía el colmillo picado por la parte posterior.

Cuando llegó a la piscina todos los alumnos se encontraban en el agua, ella soltó su bolso, extendió la toalla y se sentó en ella para inflar su flotador. Los alumnos y el monitor la miraban atónitos, pues no llegaban a entender que pintaba aquella señora con su enorme bañador de volantes y con su flotador en la piscina infantil.

Rodeada de niños se mecía de vez en cuando con su flotador y se mojaba la cara para que el agua le bajase la inflamación. Catalina que la vio a lo lejos cuando iba al baño se acercó a ella y la acompaño hasta la clase de los adultos, aún en compañía de los de su edad no se atrevió a soltar el flotador porque pensaba que se iba a ahogar.

Los nadadores adultos practicaban después de la clase mientras que los jovenzuelos saltaban del trampolín, los peques jugaban a la pelota y Eulalia junto con Catalina charlaban bajo la protección de la sombrilla. Catalina intentaba convencer a Eulalia para que fuera al dentista, mientras que ésta se negaba porque decía que ir a la piscina y meter la cabeza en el agua le salía más barato.

A la siguiente clase volvió a presentarse con su flotador, pero esta vez no se equivocó de grupo y junto con los adultos participaba en la clase todo lo que el flotador le permitía. El monitor se fue a contestar una llamada mientras que los alumnos practicaban, y Eulalia decidió meter la cabeza dentro para refrescarse, y poco le faltó para ahogarse, pues cogió tanto impulso a la hora de sumergir la cabeza que el cuerpo se le fue para el interior de la piscina y se quedó con los pies enganchados en el flotador.

Fue tan largo y tan terrible para ella el minuto que duró su desdicha que cuando se recuperó del susto se cambió de roba, se colgó el bolso y se fue al dentista a que le empastasen el colmillo. De camino a casa pasó por la puerta de la heladería y cogió la piedra con la que se había roto el diente y la lanzó al cristal de la heladería justo en el cartel que decía “ Colchonetas y flotadores para los cien primeros clientes”.

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