Una sombra cerca de la ventana hacia sospechar a Martina que un fantasma o un monstruo la acechaba. Cada vez que se iba a dormir ojeaba la habitación desde su cama después de que su mamá le hubiese dado el beso de las buenas noches. Había veces que en la pared se reflejaba una sombra, parecía una cara fea, o la rama de un árbol e incluso había días que parecía un pájaro.
Temía a la luna llena, pues esta reflejaba en su pared aquella extraña sombra que provenía desde el exterior asomándose a su ventana. Escondida debajo de las sábanas dormía cuando la luna permanecía más clara, pensaba que debajo del manto protector de su colcha de hadas no habría ser perverso y horrible que la cazara. Al reflejo de la luz del alba se asomaba cada día a su ventana antes de ir al colegio, para comprobar que no la acechaba ningún peligro, que los seres malignos de la noche desaparecían cuando llegaba el día.
Observaba desde la ventanilla del coche su ventana, luego comprobaba que la suya era igual a las del resto de la casa. Al llegar al colegio decidió comentarle lo que le ocurría a su mejor amiguita. Compartían pupitre, su tiempo de juego y los colores morados. Pero ésta no supo aconsejarla pues su madura mentalidad de cinco años no le dejaba momento libre para monstruos y fantasmas. Ella dormía con Paquita pucheros su muñeca favorita, y cuando se iba a dormir mientras la abrazaba fuerte, fuerte, pensaba en cosas bonitas.
Su amiguita quiso prestarle a Paquita pucheros, pero ella se negó. Esa muñeca le daba todavía más miedo que su propia ventana. Si su amiga dormía abrazada a una muñeca y así se sentía protegida, ella dormiría con Mr. Potato, pero debía ponerle su cara más terrorífica. Lo miraba mientras lo tenía en las manos pensando si dormir con él, pero tampoco le era agradable su propio muñeco enfadado. Antes de apagar la luz puso a Mr. Potato en el borde de su ventana, así asustaría a los monstruos. Luego se escondió entre sus sábanas para dormir confortada con la ayuda de su héroe protector.
A la mañana siguiente cuando se despertó Mr. Potato no estaba, se levantó para buscarlo, pero no había rastro de él. El monstruo de la noche debía haberle hecho algo. “Esto no va a quedar así, no con mi Mr. Potato” dijo Martina para sí misma. Ya no podía más con aquella situación, ella misma se había cansado de pasar miedo. “Hasta aquí hemos llegado, no volveré a tener miedo a la oscuridad” se dijo.
Pronto llegó la hora de dormir, se había pasado el día entero pensando en ahuyentar los seres que le creaban miedo, pero seguía sin saber que hacer. Pretendía contarle lo que le ocurría a su mamá pero ésta que preparaba las maletas para un fin de semana en la nieve no le prestó atención.
Una vez arropada en su camita debía dormir, pero esta vez lo haría con la luz encendida, y así se quedó dormida; a media noche la mamá se levantó y le apagó la luz. Al instante se despertó, había percibido pasos. Se sentó en la cama y observó todo el cuarto, de pronto vio una sombra en la ventana. Esta vez tenía silueta de pájaro, y movía la cabeza para delante y para detrás. “No tengo miedo, no tengo miedo” se repetía una y otra vez mientras se dirigía hacia la sombra. Se paró un paso antes, se acercó a la pared y escondida detrás de las cortinas se asomo a ver.
“Siluetas de la noche, Martina ya no tiene miedo, ahora tiene otro dilema que hago con este palomo viejo” dijo en voz baja mientras se reía. Por fin había averiguado quien era el que se comía las miguitas de pan que se le caían mientras merendaba en la ventana. Había cazado infraganti al poseedor de sus desvelos, ella pensaba en monstruos y solo era un simple palomo el que le quitaba el sueño. Una vez descubierta la verdad se fue a la cama. Al pasar por el baúl de los juguetes vio unos ojos malvados que se asomaban por un filo. Pero esta vez no se iba a acostar sin más, encendió la luz para comprobar que aquellos ojos fieros los podía cambiar por unos más contentos, ya que Mr. Potato estaba bien cubierto.
A la mañana siguiente se levantó muy contenta pues ya no tenía miedo a la oscuridad, y todo estaba listo para hacer un viaje a la nieve. Las maletas estaban en el coche, y Martina se disponía a salir. Pero antes de partir puso miguitas de pan en su ventana, así cuando su monstruo alado de la noche, de alas azuladas y blancas fuera a visitar su ventana plateada, tendría algo para cenar.
Eres kui. Eres magia pura.no te llamas victoria te llamas buscadora de sueños y los encuentras para darlos y entregarlos a todos os que buscan. Son maravilloso los cuents
ResponderEliminarVictoria es el hecho de teneros ahí, muchas gracias a ti por tus comentarios y a los demás por estar ahí.
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