Luces negras prolongan pasillos llenos de miedos,
Sonidos que brotan de paredes y techos,
Ya viene, ¿Quién viene rompiendo el silencio?
No habla, no clama, cadenas arrastra, sigilo neutro.
No muevas parpados ni pies, no mires,
Mantente lo más quieto posible,
Deja que pase, solo quiere recibirte,
Abraza su cordura por loca que parezca,
Y convive con ellos, todo es posible.
No ahuyentes las sombras,
Será negar lo evidente,
Ya ves que allá donde tu vista llegue,
Estarán ellos esperándote,
Atentos al momento de acogerte.
Su aspecto cambiado, tiste y repelente,
Deja entrever los castigos que allí establecen,
No hay ser malvado sin multa,
Ni arrepentido sin su perdón,
Pero no olvides nunca,
Que todos somos iguales a los ojos del señor.
Piensa detenidamente,
En cada estación de tu vida, ahora inerte,
Toma tiempo, es ilustre el camino,
Aunque sea antiguo, de piedras o molinos.
Asómate a la luz de la ventana, solo un momento,
¿Sientes la claridad en los ojos y el calor en tu pecho?
Abre los parpados sin cegar tu mente de sueños muertos,
Mira, no ves, todos siguen sin estremecerse, sin lamentos,
¿De qué te sirvió morir si todo siguió siendo?
Ya es tarde para arrepentimientos,
Elegiste el camino que siempre llega,
A unos más tarde a otros con premura,
Y que a ninguno deja.
Traspasa esa última puerta,
Camina, que, en el oscuro tumulto,
Alguien quiere saludarte,
Aprieta su mano, no niegues tu destino,
Eres parte de ellos, de esos peregrinos.
¿Te dieron cadenas o zapatos de espino?
Las llagas que llevas en el corazón,
Martirizaran tu ser, sin dejar amor en él.
Y tus ojos verán en la sombra,
Las risas de aquellos que fueron amigos,
De todos los que celebraron,
Con copas de ron y vino.
Ves, cuerdo y loco a la vez,
Que no graduaste tu conciencia,
Antes del nuevo amanecer,
Y ahora, aquí conmigo te ves,
Las cosas que tiene la vida, hijo,
Yo quise que siguieras los buenos pasos,
He hiciste siempre caso omiso.