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domingo, 30 de noviembre de 2025

NO PUEDO VIVIR SIN TI

Cuando Leonora salió por la puerta a su esposo no le importó lo más mínimo, tratándola con su habitual indiferencia recibió las advertencias de su mujer tantas veces que haciendo omisión una vez más permaneció sentado en su sillón sin inmutarse, con aquella pasividad de la vida que le caracterizaba formando parte del salón, como un mueble más. 

Después de ver en la tele un par de películas de western, y llegado el telediario, miró el reloj, era la hora de comer, y sin darse cuenta de que su mujer no había regresado la llamó a voces como de costumbre hacía, tras dos intentos fallidos, apreció que estaba solo, se levantó para ir al baño y de paso llegó a la cocina, sobre la encimera no había ningún táper, abrió la nevera, allí tampoco existía rastro de almuerzo alguno, sacó el móvil del bolsillo de la bata y preguntó ¿Tu qué plan tienes hoy? con tono autoritario, la persona tras el auricular, no citó palabra alguna, y le colgó. 

Mientras pasaban los deportes, él engullía un bocadillo de pan del día de antes aderezado con las sobras que encontró, el filete de pollo que no le había apetecido, los pimientos que no le gustaban y la lechuga que era para grillos, de postre se adjudicó unas mandarinas y una onza de chocolate que tenía escondida, cuando llegó la hora de sus medicinas no sabía el orden en que debía tomarlas, volvió a coger el móvil y tras mirarlo se lo guardó dubitativo; unas horas más tarde abrió los ojos de una de esas siestas perpetuas que lo caracterizaban; ya era de noche, la tele se había apagado sola, se levantó recorriendo cada estancia del piso comprobando una vez más que su esposa no estaba, se detuvo en el cuarto de los niños estancado después de la independencia, tras el vuelo de unos polluelos que, escusados siempre, olvidaban regresar. 

Frente al microondas se percató de que no sabía encenderlo, con los dedos contaba la falta de tres descafeinados menos en ese día, con las tripas rugiéndole trasteó los cajones para encontrar apenas unos restos de galletas y nos polvorones que aún estaban sin caducar, luego se acostó. 

Unos días más tarde se cruzaron en el mercado, ella resplandecía, de inmediato se fijó en su nuevo corte de pelo, y en lo estilizada y elegante que caminaba si usaba tacones, parecía desfilar igual que una modelo, quiso acercarse pero algunos caminantes se le interpusieron al paso y sin poder llegar a ella la perdió de vista, la buscó en los puestos que él conocía de siempre, pero allí no estaba, ya volvía a casa cuando escuchó un taconeo que creía recordar, al girarse Leonora pudo observar que su esposo estaba cambiado, sus facciones no eran las mismas, se habían endurecido, ajado, como si de un golpe hubiesen pasado un montón de años, sintiendo pena de él, volvió a casa aquel mismo día, tras abrir la puerta, la basura se acumulaba llenando parte de la cocina, el fregadero y la encimera no se sabía de qué color era, y el resto de la vivienda parecía haber sufrido un huracán, lo único que permanecía en su sitio eran las pantuflas y el delantal, se puso su uniforme de criada y lista para limpiar, unos minutos más tarde, le dijo desde el sofá, “Menos mal que has entrado en razón, ya estaba por pedir el divorcio”, mirándolo desde el recibidor se deshizo del delantal y tras subirse de nuevo en los tacones se marchó sin mirar atrás.  

Luego, se le terminó de caer la casa encima. 

sábado, 15 de noviembre de 2025

HOY POR TÍ MAÑANA TAMBIÉN


Bostezaba ausente cuando lo vi, 

Arrastraba la penumbra por leguas, 

Sus pulgares sobresalían a su pena, 

Movidos de ambulantes por la vida, 

Sus ojeras rojizas conmovían, 

El pelo desgreñado le carcomía la piel, 

La bolsa de viaje abultaba aire, 

El puro se consumió en el cenicero, 

El whisky se calentó al sol del otoño, 

Los recuerdos remembraron mi historia. 

Alcé la mano de súbito impulso, 

El camarero hizo acto de presencia, 

Pero mi llamada no era para él, 

Lo volví a intentar con ganas, 

Volteó sus ojos parduzcos hacia mí, 

Removido por dentro solo hice un gesto,

Empujando su cuerpo con desgana, 

Se planto ante mi presencia, 

Cada vez más humana, 

No lo miré por encima del hombro, 

No le hable con palabras negadas, 

Le abrí mis dos brazos, 

Le palmeé toda su espalda, 

Se sentó agradecido por la invitación, 

Pidió con cautela, el miedo lo apresaba, 

Tomó despacio cada sorbo de agua, 

Saboreando, lo que no sabía a nada, 

Aquello, que llenaba el cuerpo de vida. 

Se detuvo un pequeño instante, 

Tan mínimo que pareció no suceder, 

Me miró con los ojos llenos de gracias, 

Tras terminar el menú completo, 

No vi mi acto repleto, 

La obra no estaba acabada, 

No está solo en llenar el buche, 

No es pensar que no hay un mañana, 

Actuar hoy por hoy por sus horas. 

Caminó a mi lado próximo, 

Sin ser amigo solo compañero, 

Por el camino pregunté sin saber, 

Pero mi intuición sin traicionarme, 

Había dado en el clavo de la vida, 

Sobre su pena arrastraba historia, 

Como tantos otros que la crisis, 

Marchitó con sus calles frías.

Llegamos al cercado de mi casa, 

Donde los matorrales sobresalían, 

Dando impresión de dejadez, 

Pero hacía tiempo que así permanecían, 

Nadie se quiso acercar a ellos, 

Las malas hierbas verdeantes, 

Crecían haciéndose amo de todo, 

Entramos para dar cobijo al pobre, 

La chimenea daba calidez al bodeguero, 

Que rechoncho descansaba junto a ella, 

Quien fuera perro musitó, 

Él, curtido por los caminos bravos, 

Que aquel disfrutaba de gozoso paseo. 

Un baño y ropa limpia cambia la imagen, 

La imagen, cuan valiosa palabra, 

Ella que distingue más que la suerte, 

Califica la belleza y limpieza en poder, 

La dejadez no deja misericordia, 

Etiquetando a todo aquel que la posea, 

Marginando por no tener buena ropa, 

Como gentil caballero lo esperaba, 

Con un dormitorio lleno de comodidades, 

Dormid, descansar hoy, que mañana, 

Calcularemos la solución, 

Dejó su cuerpo caer henchido, 

Mirando desde la ventana aquel jardín salvaje,

Sin saber aún que sería, su primera acción de gracia.